En el mes de mayo del presente año tuve el honor de conducir una visita guiada de la exposición del maestro Joseph Lofton, para los funcionarios de Cultura del Estado de Campeche que visitaban nuestra entidad. Pude constatar que quedaron fascinados con la obra vigorosa y llena de colorido de este artista que, originario de Nueva York, EU, vive en Cuernavaca desde hace unos 15 años. A través del Instituto de Cultura de Morelos, se ha confirmado la invitación para que Lofton exhiba su obra en el Festival Cultural del Estado de Campeche. Invitación que incluye los gastos de traslado y hospedaje por parte del estado anfitrión.
Ojala comprendiéramos la importancia que para nuestro estado tiene el poder mostrar en otros lugares la obra plástica que aquí se realiza, sobre todo en el caso del maestro Lofton, cuyo trabajo contiene usa verdadera e innovadora propuesta en cuanto a la técnica que utiliza: que consiste principalmente en acrílico sobre tela, realzado por el collage de su propia creación, que logia al pintar ciertos elementos sobre otro lienzo, que después recorta y pega sobre el cuadro ya pintado, o creando delgadas capas de pintura acrílica a las cuales de la forma deseada para luego adherirlas sobre el lienzo. Utiliza colores planos de brillante colorido. Las linease son simples y descaradamente sensuales: la gama de color y los collages están perfectamente definidos.
“Mi visión es contemporánea y consiste en una variedad de temas que van desde el paisaje a la naturaleza muerta y a la figura humana.” Joseph Lofton
Conozco muy bien la obra de Lofton, he realizado crítica de su pintura y la curaduría de la exposición retrospectiva a la que hago referencia más arriba, desde mi humilde opinión la invitación es más que merecida. Aunque lo haya dicho con anterioridad es de justicia señalar algunas características de la obra.
El trabajo de Lofton posee una característica única en nuestro dramático Siglo XXI. El color, la forma, la composición y el tema crean una unidad armónica que nos invita a sonreír y a comprender un mundo salvado por el humor.
Basándose en la mitología, la Biblia o el paisaje humano, Joseph Lofton encuentra un sentido lúdico que envuelve en su habilidad creativa, para producir una fantasía casi naive. A pesar del resultado, aparentemente simplista, se percibe un profundo conocimiento de la deformación volumétrica; una rica paleta, que no retrocede frente a los contrastes más audaces, done un solo elemento basta para restaurar el equilibrio en lo que, de otra forma, resultaría caótico. Esto gracias a su talento natural y a su solida base académica, adquirida en el Art Students League (1948-1954) y la The School of Visual Arts (1971-1972), ambas de Nueva York.
Para lograr una profunda comprensión de su trabajo, debemos empezar por conocer la etapa académica de Lofton. Durante sus primeros anos como pintor, el realismo de su obra adquiere un perfección hiperrealista, un periodo que queda ampliamente justificado en la evidente perfección de la figura y la compasión de su obra actual. Desde mediados de los años cincuenta hasta fines de los sesenta, atraviesa por 10 anos de expresionismo abstracto, resultado de la tendencia abstracta de las artes plásticas en el Nueva York de esa época. Más adelante produce pinturas de protesta, dentro de las cuales las más fuerte y poderosa es la que se refiere al asesinato de Martin Luther King. Sin embargo, su protesta no es obvia, su trabajo es más una meditación intelectual, que no sacrifica la plasticidad en aras del discurso.
A veces la vida nos impulsa a regresar a un camino que, aparentemente ya había sido recorrido hasta su fin. Es así como en 2005, Lofton vuelve a los temas que lo identificaron con lo que se suele calificar como “artista comprometido.” Con la aguda mirada de un joven, pero con la seguridad de un hombre mayor que no teme el juicio que su obra pueda provocar, se convierte en crítico de su tiempo. La guerra, el afán de poder, el culto al dinero, son los temas que ocupan su quehacer plástico.
De Nueva York a Virginia, y luego a México donde se establece en Burgos, un desarrollo en las afueras de Cuernavaca. Cada día, en su estudio, crea sus característicos trabajos llenos de encanto, libertad y color.
Sin duda, este peregrinaje geográfico y artístico nos muestra una larga y fructífera búsqueda de su propio lenguaje que transforma su obra en una realidad. “La pintura es un medio de comunicación – dice – y si uno no logra comunicarse de una forma, hay que intentar otra.”
Es evidente que el trabajo de Lofton revela su gran amor por la vida. Me atreví a decirle que al ver todas esas personas sonrientes, mientras visitaban la exposición que realizó en La Tallera, Museo Casa Estudio de David Alfaro Siqueiros, y luego en la sala Benito Juarez del Borda, me hizo pensar que el mundo es un mejor lugar con su obra que sin ella. Se sonrió mientras amablemente aceptaba mi comentario y replicó: “La mía ha sido una vida feliz, eso es lo que pienso cuando estoy pintando, y eso es lo que pienso cuando estoy pintando, y eso es lo que pongo en mi trabajo, la alegría de pintar.”
Deseamos que sea ese mensaje de alegría el que el maestro Lofton logre transmitir a nuestros hermanos campechanos y que su incursión por esas tierras sea francamente exitosa.